Pureza de Corazón
- Marga Daoyuan
- 25 sept
- 4 Min. de lectura
Durante mis primeras semanas con mi maestro, Ajaan Fuang, empecé a darme cuenta de que tenía poderes psíquicos. Nunca hizo alarde de ellos, pero yo, gradualmente, empecé a detectar que podía leer mi mente y anticipar eventos futuros. Me sentí intrigado: ¿Qué otra cosa sabía él? ¿Cómo es que lo sabía? Debió haber detectado hacia donde iban mis pensamientos, porque una tarde me advirtió amablemente: "Sabes," me dijo, "que todo a lo que apunta nuestra práctica es a la pureza de corazón. Todo lo demás no son más que juegos."
Esa sola frase —pureza de corazón— me intrigó mucho. Resonaba profundamente dentro mío. Si bien yo estaba extremadamente desilusionado con el Cristianismo, seguía valorando la máxima de Kierkegaard: Pureza de corazón es querer una cosa. No estaba de acuerdo con Kierkegaard sobre lo que "una cosa" era, pero sí estaba de acuerdo con que la pureza de corazón era el tesoro más importante en la vida. Y he aquí que Ajaan Fuang me ofrecía enseñarme cómo desarrollarla. Esa es una de las razones por las que me quedé junto a él hasta que murió.
Básicamente su definición de pureza de corazón era bastante simple: una felicidad que nunca va a dañar a nadie. Pero tal felicidad es difícil de encontrar, ya que la felicidad ordinaria requiere que nos alimentemos. Como dice la primera de las Preguntas del Novicio: "¿Qué es uno? Todos los seres subsisten con comida." Así es como el Buddha introdujo el tema de la causalidad a los jóvenes: la primera relación causal no es algo gentil como luz que es reflejada por espejos, o joyas iluminando joyas. Es la alimentación. Nuestros cuerpos necesitan alimento físico para su bienestar. Nuestras mentes necesitan el alimento de los contactos sensoriales placenteros, las intenciones, y la consciencia misma para poder funcionar. Si alguna vez quieren pruebas de que la interconexión no es siempre algo para celebrar, contemplen simplemente cómo los seres en el mundo se comen los unos a los otros, físicamente y emocionalmente. Inter-ser es inter-comer. Tal como Ajaan Suwat, mi segundo maestro, lo dijo una vez, "Si hubiera un dios que pudiese lograr, gracias a que yo me alimento, que todos estuviesen llenos, yo me inclinaría ante ese dios." Pero no es así que funciona la alimentación.
Por lo general, incluso personas que están bien intencionadas, pueden no ver como algo dañino el hecho de comer. Estamos tan obligados a comer que nos cegamos ante su impacto más vasto. Nuestro primer placer, después del terror de haber nacido, fue el de conseguir comida. Lo hicimos con los ojos cerrados, y la mayoría de la gente mantiene cerrados sus ojos frente al impacto de la alimentación durante la vida.
Pero cuando van a un lugar tranquilo, recluido, y comienzan a examinar su vida, empiezan a ver el enorme problema que implica el simple hecho de mantener el cuerpo y la mente bien alimentados. Ven por un lado el sufrimiento que ustedes crean por el simple hecho de que necesitan alimentarse. Por otro lado ven algo aún más desolador: las emociones que surgen interiormente en ustedes cuando no sienten que su cuerpo y mente están recibiendo suficiente alimento. Se dan cuenta que mientras la fuente de su alimento físico y mental no es fiable, ustedes tampoco son fiables. Ven porqué incluso buenas personas pueden alcanzar un punto donde son capaces de homicidio, engaño, adulterio, o robo. Haber nacido con un cuerpo quiere decir que nacimos con un enorme paquete de necesidades que compelen y que pueden apabullar nuestras mentes.
Afortunadamente, los seres humanos tenemos el potencial para civilizar nuestros hábitos alimentarios aprendiendo a destetarnos a nosotros mismos de nuestras pasiones por la comida chatarra de lo visual, lo auditivo, los aromas, etc., buscando en cambio un buen alimento interiormente. Cuando aprendemos a apreciar la dicha que llega con la generosidad, el honor, la compasión, y la confianza, vemos que es mucho más gratificante que el placer que llega de agarrar simplemente lo que podemos para nosotros mismos. Nos damos cuenta que nuestra felicidad no puede ser independiente de la felicidad de otros. Nos podemos dar los unos a los otros nuestras pertenencias, nuestro tiempo, nuestro amor, nuestras personas, y verlo no como una pérdida sino como una mutua ganancia.
Desafortunadamente, estas cualidades del corazón están condicionadas, porque dependen de un conjunto de redes de creencias y sentimientos —creencia en la justicia y básica bondad de la naturaleza humana, de sentimientos de confianza y de afección. Cuando esta red se rompe, como sucede tan fácilmente, el corazón puede volverse vicioso. Vemos esto en el divorcio, en familias rotas, y en la sociedad en general. Cuando la seguridad de la fuente de nuestro alimento —la base de nuestro bienestar mental y material— se ve amenazada, las cualidades mentales más refinadas pueden desvanecerse. La gente que cree en la gentileza puede súbitamente ir en busca de revancha. Aquellos que abrazan la no-violencia pueden de repente convocar a la guerra. Y aquellos que gobiernan creando divisiones —haciendo una burla de la compasión, la prudencia y nuestra humanidad en común— encuentran seguidores disponibles para sus agendas de leyes-de-la-jungla.
Es por ello que la compasión basada en creencias o sentimientos no es suficiente para garantizar nuestro comportamiento —y la razón por la cual la práctica del entrenamiento de la mente para alcanzar la felicidad no-condicionada no es una cosa egoísta. Si valoran la compasión y tienen confianza, es un imperativo, porque solamente una felicidad no-condicionada puede garantizar la pureza de su comportamiento, independientemente del espacio y del tiempo. Está más allá de toda alteración. Nadie puede amenazar la fuente de su alimento, porque no necesita alimentarse. Incluso cuando apenas vislumbraron esa felicidad, su creencia en la bondad se vuelve inquebrantable.
La pureza de corazón es conocer esta sola cosa.
Fuente: Bhikkhu, Thanissaro. “Purity of Heart.” dhammatalks.org, 2024. Extraído de https://www.dhammatalks.org/books/PurityOfHeart/Section0004.html. Consultado el 10 de Junio 2024.
Traducción personal de Margarita Huber, Julio 2024. Todo error de comprensión o traducción es de mi total responsabilidad, por lo cual me disculpo de antemano.


